SALMO

Fecha: 16.04.2014 | Autor: lina

SALMO 140, 1-9
Oración ante el peligro

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1Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
2Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

3Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
4no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

5Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.

6Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
7como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

8Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
9guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

[10Caigan los impíos en sus propias redes,
mientras yo escapo libre.]

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