Grupos de mujeres judías desafían el control de los varones ultraconservadores sobre el Muro de las Lamentaciones y se reúnen allí mensualmente para rezar y cantar en voz alta. Las “mujeres del Muro” exigen algunos de los derechos que la ortodoxia reserva sólo a los hombres.
Las fuerzas de seguridad saben que cuando hacen acto de presencia las mujeres del Muro, hay disturbios. El mes pasado la situación fue más grave de lo habitual: Anat Hoffman, la líder del movimiento, terminó en comisaría por portar los rollos de la Torá (equivalente al Antiguo Testamento cristiano protestante), una práctica reservada para los hombres en el mundo del judaísmo ortodoxo. Su detención ha tenido amplia repercusión en la prensa de Israel, un país en el que las corrientes más progresistas del judaísmo pelean por hacerse un sitio frente al dominio ortodoxo.
"Israel apoya a los ortodoxos como si fuera la única forma de judaísmo. La mayoría de los judíos del mundo no somos ultraortodoxos. Por eso, y porque en Israel los gobiernos necesitan el apoyo de los partidos religiosos, les han dejado convertir el Muro en una sinagoga medieval", sostiene Hoffman por teléfono, poco después de terminar un interrogatorio de cinco horas en comisaría.
QUÉ QUIEREN LAS MUJERES JUDÍAS
"Dicen que estaba profanando el lugar, que cantar en alto y llevar la Torá en brazos es ilegal. ¿Quién decide qué es legal y qué no en este país?", se queja Hoffman. A continuación, la activista explica cómo el Muro de las Lamentaciones ha sufrido una profunda transformación en los últimos años. “En el pasado, mujeres y hombres podían rezar juntos, pero ahora hay hasta tramos de acera reservados solo para los varones”, se lamenta.
Las mujeres del Muro exigen algunos de los derechos que la ortodoxia reserva solo a los hombres. Quieren dirigir oraciones, leer de los rollos de la Torá, vestir el tallit -el manto de la plegaria- y cantar frente al Muro de las Lamentaciones como hacen los hombres. Sus aspiraciones les cuestan una dosis mensual de insultos y escupitajos por parte de los religiosos ultraortodoxos que acuden al muro, así como detenciones ocasionales como la de Hoffman.
Más allá de prácticas concretas, este grupo aspira a un mayor papel para las mujeres judías de todo el mundo.
REGULACIÓN DE LAS CONVERSIONES
Junto a la detención de Hoffman, la discusión del nuevo proyecto de ley que regulará las conversiones al judaísmo ha contribuido a avivar tensiones entre las distintas ramas del judaísmo.
Las corrientes más progresistas y buena parte de la diáspora estadounidense sostienen que el nuevo texto legislativo adjudicará el cuasi monopolio de las conversiones a los grupos ultraortodoxos, mucho más estrictos en sus exigencias a los futuros conversos.
Las diferencias entre unos y otros grupos políticos es de tal envergadura que hace días que la prensa israelí especula sobre una ruptura entre los miembros de la coalición de Gobierno. Al margen de las tensiones internas, la norma ha repercutido entre los judíos estadounidenses, lo que ha causado inquietud en Israel. Es que la comunidad judía estadounidense resulta vital a la hora de garantizar el apoyo incondicional al aliado israelí. Mientras en EE UU la mayoría de los judíos pertenecen a las corrientes reformistas o conservadoras, en Israel, la ortodoxia rige la vida religiosa.
La norma pretende solucionar un problema pendiente desde hace años: Qué hacer con los más de 300.000 soviéticos que desembarcaron en el país, muchos de ellos en los noventa, y que pese a tener antecedentes judíos deben pasar por el proceso de conversión. Sin convertirse, no pueden casarse -en Israel no existe el matrimonio civil- ni tener, por ejemplo, un funeral judío. La conversión suele ser larga y costosa, pero en algunos casos, una vez completada, es revocada por las autoridades ortodoxas. Al margen de poner orden en este campo, la norma trata en el fondo de decidir quién tiene la autoridad en Israel para decir quién es judío y quién no