La invitó a que se pasara por su despacho esa misma tarde para leerle una orden de expulsión, firmada por el gobernador del Sáhara, Mohamed Guelmous, que las autoridades de Marruecos habían remitido a la Embajada de España en Rabat: Sara Domene constituye, reza el texto, "una grave amenaza para el orden público y su expulsión es una necesidad imperiosa para salvaguardar la seguridad pública".
Detrás de esa supuesta amenaza se esconde una acusación de proselitismo, un delito que figura en el código penal marroquí. Domene es evangélica y desde noviembre de 2007 daba clases de español en El Aaiún por cuenta de una ONG con sede en Andalucía y con la ayuda económica de una Iglesia Evangélica de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), la ciudad dónde nació.
"Soy evangélica, pero soy filóloga y me he dedicado exclusivamente a dar clases de castellano con las que recaudábamos dinero para dos centros de niños discapacitados", asegura al teléfono desde Las Palmas dónde llegó hoy procedente de El Aaiún. "Es más, como en El Aaiún no hay iglesia protestante acudía el domingo a la católica de los Misioneros Oblatos de María Inmaculadapara reunirnos entre cristianos".
Desde marzo unos 120 cristianos, en su mayoría occidentales, han sido obligados a abandonar Marruecos. Una enérgica intervención de la Embajada de EE UU logró frenar, la semana pasada, las expulsiones de sus ciudadanos, pero las de otros países como España siguen adelante.
El funcionario español que trasladó la orden a Domene le ofreció "protección consular" para intentar impedir la ejecución de la sanción, precisan fuentes de Asuntos Exteriores. "No es verdad", repite la profesora. "No se me dio tampoco una copia de la orden". "Creo que la diplomacia española podría defendernos con más ahínco". Sin copia Domene queda en situación de indefensión jurídica porque no puede impugnar la orden en los tribunales, según fuentes de su ONG.
Domene es la segunda española expulsada por Marruecos después de Francisco Patón, de 60 años, gerente de una empresa fotovoltaica en Rabat, que, según Exteriores, recurrió la medida a mediados de mayo, ante los tribunales marroquíes, con la ayuda del Consulado de España en Rabat. Su recurso fue desestimado.
Del despacho del funcionario español Domene pasó, el viernes, a la comisaría central de policía. "Allí me esperaban seis agentes empezando por el comisario jefe para comunicarme la orden", recuerda la expulsada. "Me advirtieron de que disponía de 48 horas para largarme y que si no lo hacía habría represalias".
"Al principio hubo tensión porque les pregunté el por qué de la sanción y les dije que era injusta y arbitraria", añade la cooperante. "El traductor que me habían puesto se enfadó conmigo porque, según él, esas cosas no se deben decir ante la policía". "Ellos contestaron que yo no estaba allí para hacer preguntas".
Pero después Domene se echó a llorar "y los policías corrieron a buscar pañuelos y empezaron a dar explicaciones". "Nosotros te conocemos y no tenemos nada contra ti", repetían. "Son órdenes que vienen de arriba y que tenemos que cumplir", se disculpaban.
Cuando salió de la comisaría empezó para Domene el "fin de semana más triste de su vida". "Me dediqué a despedirme de mis estudiantes y ex estudiantes en su mayoría saharauis", rememora. "Los resultados de la labor de Domene han quedado avalados por la obtención, por buena parte de sus alumnos, del certificado de conocimiento de la lengua castellana expedido por el Instituto Cervantes", señala un comunicado del Consejo Evangélico de Cataluña.
"Un buen puñado de alumnos me acompañó hoy al aeropuerto para despedirme", concluye Domene. "La policía estuvo pendiente de mi hasta que embarqué, pero no se produjo el menor problema".
Sara viajó el lunes 28 de junio hacia Las Palmas y el miércoles 30 llegará a Barcelona. Sus amigos cristianos de la Iglesia Evangélica de Sant Boi de Llobregat a la que pertenece y sus familiares manifiestan su indignación por este nuevo atentado de Marruecos a los derechos humanos. Rubén Miyar, pastor y portavoz de la Iglesia Evangélica de Sara expresa que "No podemos entender que a una joven que entrega 3 años de su vida para ayudar a otros de manera altruista se le pague de esta forma"…, "…ha tenido que salir corriendo, como si fuera una delincuente….,…”no se pudo despedir de los alumnos correctamente y finalizar el trabajo iniciado hace 3 años"…., …”es una Injusticia…”
Fuente: El País. Edición: Protestante Digital